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Déjame hacerte una pregunta: ¿Cuántos sueños crees que se quedan a mitad de camino cada año en nuestras universidades?
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Cuántos jóvenes comienzan con ilusión, esfuerzo y esperanza pero de repente, disimuladamente… dejan de ir. No porque no quieran aprender, sino porque algo —una carga emocional, una crisis económica, una sensación de soledad— los va alejando poco a poco del aula…
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Y eso, no debería ser un dato estadístico, debería ser una alerta.
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Ahora imagina una herramienta que a través del uso de la tecnología puede anticipar esos silencios, de ver lo invisible antes de que sea demasiado tarde. Eso es, lo que tres universidades latinoamericanas están por realizar: La Pontificia Universidad Católica de Chile, la Universidad Austral de Argentina y el Tecnológico de Monterrey se han unido con el propósito extraordinario de usar inteligencia artificial para salvar estudiantes. Su proyecto, financiado por el Hemispheric University Consortium, va más allá de los algoritmos, ya que no busca solo predecir quién podría desertar, sino entender por qué. Y eso lo cambia todo.
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Desarrollarán una Inteligencia Artificial con una característica especial: es explicable. No se limitará a decir “este estudiante está en riesgo”; mostrará qué lo está afectando. Tal vez bajo rendimiento, exceso de trabajo, falta de conexión con sus tutores o simplemente… cansancio emocional.
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Esa claridad permitirá a los docentes actuar con empatía, con oportunidad y con sentido, porque cuando la tecnología se vuelve transparente, la educación se vuelve humana otra vez.
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Cada universidad aplicará el modelo a su realidad para comparar causas y emociones. El objetivo es uno solo: combinar precisión tecnológica con habilidades humanas.
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Como señaló la Dra. Isabel Hilliger, investigadora de la Universidad Católica de Chile, “la deserción no es solo un problema académico, es un problema social”, y el Dr. Héctor Ceballos, del Tecnológico de Monterrey añade: “esperamos que esta IA sea una aliada de los mentores”.
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Eso es clave: los algoritmos detectan el riesgo, pero solo una mirada humana puede transformar ese dato en esperanza, porque la inteligencia artificial no está aquí para reemplazarnos, sino para amplificar lo mejor de nosotros: nuestra capacidad de cuidar, acompañar y construir oportunidades reales.
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Cuando la IA aprende a cuidar, la educación deja de ser un sistema…y se convierte, de nuevo, en un acto profundamente humano.
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